- Crear un espacio familiar, acogedor y de confianza en el que los/as niños/as, familias y cuidadora se sientan cómodos y con libertad de desarrollo.
- Satisfacer las necesidades de los/as niños/as tanto alimenticias, de descanso, como de afectividad y desarrollo.
- Constituir una relación personalizada con cada uno/a de los/as niños/as teniendo así en cuenta las necesidades individuales.
- Ofrecer un servicio para poder conciliar la vida familiar y laboral, teniendo flexibilidad horaria y con una comunicación diaria entre familias y educadora.
- Establecimiento de una actitud tolerante de respeto y confianza.
- Favorecer la capacidad de autonomía ofreciendo un entorno estimulante y acondicionado. De esta manera también se permite la libertad de movimiento para que los/as niños/as puedan satisfacer su interés de conocer cualquier estímulo que encuentren.
- Importancia de las rutinas. El/la niño/a se siente más seguro/a si se puede adelantar a lo que va a suceder a continuación (comidas, horario de sueño…) y así podrá ir adquiriendo mayor autonomía.
- Una comunicación cuidada es relevante a la hora de tratar con personas. Debe ser cuidada, que se escuche al niño/a y a las familias. Otorgando la importancia que se merece al lenguaje no verbal (gestos, caricias, miradas, volumen de la voz, etc.)
Al tratarse de un grupo reducido, con un máximo de 4 niños/as, se establecen vínculos estables y seguros en un ambiente familiar y afectivo.
El principal instrumento de trabajo será el juego. A través de él se adquieren capacidades y habilidades fundamentales (se desarrolla el sistema motor, el lenguaje, la capacidad de procesar datos, la memoria, las emociones, la sociabilidad…). Se podría decir que los/as niños/as aprenden a conocer la vida jugando.
Se considera de gran importancia el juego libre, ya que es la forma en la que ellos/as se mueven de manera natural, según sus experiencias, sus conocimientos, o sus deseos. Es la forma más intrínseca de expresión y de comunicación.
Paralelamente a la importancia del juego, existe también el valor de la observación. Observando a un/a niño/a en el juego, se puede conocer qué es lo que siente o como se encuentra, es ahí donde refleja su personalidad, emociones, deseos… Se les conoce observándoles. Se considera trascendental la intervención de la educadora únicamente en los momentos indicados a la hora de jugar, es decir, debe observar cuándo y cómo es preciso intervenir y participar en el juego dejando que sean los/as niños/as quienes lleven las riendas, siempre teniendo en cuenta los límites que establecen las normas de comportamiento o las de convivencia.
Es fundamental respetar las necesidades de cada uno/a, y en el día a día siguiendo unas rutinas se ayuda a los menores a que adquieran seguridad y autonomía. Cumpliendo unos horarios de alimentación, sueño o higiene con la colaboración del/la pequeño/a, se les presenta con más facilidad la oportunidad de poder adelantarse a los que va a ocurrir a continuación y crear así unas rutinas diarias.
Hay que tener en cuenta la relación de apego con la educadora, que se forme mediante el afecto, a través de las relaciones personales estables, con actitudes educativas constantes, y que sean afectuosas, seguras y de calidad basada en la confianza y en la empatía. Se crean así vínculos seguros.
El grupo favorece la socialización y la convivencia, porque se van habituando a las relaciones, a la cooperación, a la comunicación, a jugar y defenderse respetando a los/as demás y enriqueciéndose de las diferencias o similitudes que se presenten dentro del grupo.
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